El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA,
centro del CSIC) ha estudiado los efectos que produce la aplicación de
residuos orgánicos como abono sobre la degradación de los fungicidas que
llegan al suelo tras ser aplicados para combatir enfermedades de las
plantas. Así, junto a la Universidad de La Rioja, los científicos han
analizado cómo se disipan algunos de estos productos químicos cuando los
agricultores aplican simultáneamente al suelo como enmienda un sustrato
postcultivo de hongos. Los resultados, publicados en la revista Journal of Agricultural and Food Chemistry,
apuntan a que estos desechos orgánicos ralentizan la degradación de los
fungicidas, lo cual tiene efectos sobre la posible contaminación de
suelos y aguas del entorno.
María Jesús Sánchez, investigadora principal del grupo de 'Contaminación de Suelos y Aguas por Pesticidas' del IRNASA, firma el artículo junto a sus compañeros Jesús María Marín-Benito y Sonia Rodríguez-Cruz y a Marisol Andrades, investigadora riojana. Sánchez señala que es importante estudiar estos procesos ya que pueden provocar contaminación de aguas superficiales o subterráneas.
El sustrato postcultivo de hongos es un material orgánico que queda como residuo después de cultivar setas o champiñones y está conformado por los materiales del compost utilizado para su producción: paja, serrín, estiércol, carbohidratos o yeso. Puesto que en La Rioja el cultivo más destacado tras el viñedo es el del champiñón, este desecho podría utilizarse posteriormente como fertilizante en los suelos de los viñedos, debido a que tienen un contenido muy bajo en materia orgánica.
La aplicación de residuos orgánicos a los suelos en combinación con productos químicos para las plantas ya fue objeto de estudio anteriormente por el IRNASA, que ha demostrado que modifica la adsorción, movilidad y degradación de los plaguicidas. En esta ocasión, el trabajo publicado analiza la disipación de cuatro fungicidas de diferente estructura química: iprovalicarb, metalaxil, penconazol y pirimetanil, de empleo muy frecuente en el cultivo de la vid para combatir enfermedades como el oídio y el mildiú y la podredumbre.
Un agricultor puede aplicar al suelo del viñedo los sustratos postcultivo de hongos directamente, cuando aún están frescos, o tras un proceso de compostaje. Los datos del estudio apuntan a que las consecuencias son muy diferentes. Con el residuo compostado se reduce la velocidad de degradación de todos los fungicidas; en el caso del residuo fresco apenas frena la velocidad de degradación en alguno de los compuestos químicos.
La conclusión es que los residuos postcultivo de champiñón "pueden servir para controlar el mecanismo de degradación de los fungicidas". Si bien esto puede evitar que se dispersen rápidamente, el producto químico persiste durante más tiempo, aunque "el final deseado para los fungicidas es su transformación en CO2". Por otra parte, el sustrato postcultivo puede favorecer también la formación de productos de degradación con diferente capacidad de adsorción por el suelo que el fungicida original. Además, las comunidades microbianas del suelo también sufren modificaciones debido a la combinación de residuos orgánicos y fungicidas.
El trabajo, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, se ha realizado en colaboración con el Centro Tecnológico de Investigación del Champiñón, en La Rioja, y la empresa Intraval.
Fuente: Gestores de Residuos