miércoles, 29 de julio de 2015

10 paradigmas de la comunicación y educación ambiental

El pasado 14 de julio en los cursos de verano de la UPM, dentro del curso "Ciudadanía, educación y comunicación ambiental” traté de reflexionar sobre al menos 10 líneas o ideas que habían surgido a lo largo del curso y destacadas por distintos ponentes. Estas 10 líneas no son las únicas, como es lógico, pero sí al menos destacables y generan cierta controversia o al menos, debate.

José Vicente López, Francisco Hera Hernández y Antonio Barrón




1º. Dónde y cómo participar como ciudadano en el hecho ambiental. Evidentemente la participación puede ser:

  • Individual, a través de las redes sociales y blogs, a través de artículos científicos, libros. El ciudadano de a pie, experto o no, con formación ambiental o no, puede opinar, debatir, difundir o generar opinión a través de estos canales, sencillos y al alcance de una gran mayoría. Es una participación sumatoria y no coordinada obligatóriamente.
  • Colectiva, que a su vez puede ser espontánea, cuando se trata de una manifestación o aglomeración de personas que se reúnen sin un guión concreto, de manera libre, por curiosidad, etc, y debaten o reivindican algo en materia de medio ambiente; pero también puede ser organizacional, a través de asociaciones, ONGs, fundaciones, universidades públicas, en general entidades sin ánimo de lucro en las que hay unos objetivos estatutarios escritos.
  • Ambas formas son compatibles y existe en forma de activismo, con una mayor implicación sobre los temas a tratar. 

La idea que subyace en línea de fuerza de la participación es que hay que construir canales coherentes con el hecho; deben ser libres y no excluyentes, es decir, que no todo el que quiera participar a través de él quede fuera del sistema o se le invisibilice; no deben obligar a nadie, ha de ser voluntario y por convencimiento y para todo ello solamente existen dos herramientas básicas: la educación y la formación.

2º. Sobre qué tema se debate. Evidentemente hay muchos temas ambientales sobre debatir, pero a lo largo de este curso y otros muchos anteriores, siempre sale un factor común, que no es más que el Cambio Climático. Para los técnicos es un hecho contrastable que estamos inmersos en un cambio climático acelerado, pero se constata que aunque todo el mundo habla de ello, algo se está haciendo mal en el ámbito de la comunicación por cuanto a estas alturas del siglo tenemos que acudir a referentes como el Papa a través de su encíclica o a la declaración de 36 premios Nobel que exigen actuar contra el mismo. En definitiva, es hora ya de dejar hablar a los científicos y que actúen los políticos en función de ellos y no de las ideologías y teorías económicas.

3º. Demagogia. Por desgracia, muchos de los temas ambientales no se solucionan porque se radicaliza el discurso. Cuando hay un hecho (renovables; nucleares; vertidos; emisiones….) para destruir o desmontar ideológicamente una actividad se tarda tan sólo un minuto, mientras que para argumentar la defensa, se necesitan 30. El caso más extremo y cada vez más normal, es cuando se emplea un tweet con tan sólo 17 palabras para denunciar algo y es imposible en 140 caracteres contestar con argumentos. Cuando esto ocurre en un debate público en los medios con tiempo tasado, es imposible rebatir con argumentos una acusación, por lo que las partes se radicalizan y el diálogo no fluye. La población en general opta por una postura indolente y “pasa” del tema en profundidad, cesando la posible presión sobre el tema en cuestión. La denuncia categórica de un hecho sin dejar a la defensa tiempo para argumentar, acaba siendo contraproducente.

4º. Ecologismo con apellidos. Un conferenciante habló de ponerle un adjetivo al ecologismo. Hablaba de ecologismo negativo como aquel que muestra la parte más morbosa o espectacularmente negativa de una actividad denunciada y el ecologismo positivo como aquel que aun reconociendo lo negativo de algo, aporta la visión de lo que habría que hacer para evitarlo. Para muchos asistentes al curso, el ecologismo negativo estaba obsoleto y su discurso ya no calaba en una sociedad donde ya está al orden del día de desastres y otros sucesos. Según estos comunicadores, la sociedad actual busca soluciones, esperanza y no que les alarmen con desastres. Este es un nuevo enfoque que los periodistas ambientales quieren dar a sus noticias o artículos.

5º. Manías certificadoras. Un ponente señalaba que mediante las certificaciones ambientales se ocultaba la verdad ambiental de las organizaciones o de un producto o actividad y que no era más que una manía por certificar todo, pero que realmente lo que había era un negocio y que daba poco resultado. Este tema, amplio para debatir, suscita controversia, pero lo cierto es que la implantación de las normas ISO 14.000 en su conjunto o la certificación PEFC o FSC para la madera y productos derivados, que al consumidor le garantice que proviene de bosques gestionados de una manera sostenible, son buenas en sí mismas, al igual que en otro ámbito, se realiza la certificación energética de los edificios. Todo ello no muestra más que una transparencia de gestión y sobre todo, seguridad para el ciudadano.


José Vicente López


6º. Información de interés. A lo largo de una jornada se realizan actividades que pueden generar información relevante. El problema estriba en calificar qué información ambiental es relevante para comunicar. Muchas veces oímos eso de lo “lo que es importante para ti, no lo es para el periodista”. Los mecanismo de la relevancia estriban en el impacto social que tiene una información, pero curiosamente, en la participación individual los resultados son sorprendentes. Por ejemplo, En los dramáticos días del terremoto de Nepal un señor explicaba en twitter cómo su hija comprendía lo que es el marketing a través de una foto con tres magdalenas. Este tweet tuvo en un día más de 11000 retweets, mientras que el drama del terremoto de Nepal no llegó a los 1500 en ese mismo día. Al final se concluye, que tanto los informadores como el individuo, se mueven por intereses subjetivos difíciles de predecir en esta sociedad de la información.

7º. Reconocimiento de lo bien hecho. Curiosamente en nuestra sociedad, se critica más de lo que se reconoce y eso redunda en hacer un doble esfuerzo a personas y organizaciones para seguir haciéndolo bien y además, no decaer en el empeño tras las críticas continuas. Se puso el ejemplo de Ecoembes, que ha conseguido llevar la recuperación de los envases domésticos al 74% en 10 años y en continuo crecimiento, lo cual demuestra un trabajo bien hecho. Pero curiosamente cuando en los contenedores amarillos serigrafiados pone “solo envases” y casi todo el mundo sabe lo que hay que depositar, surgen en los medios notas sobre “defíname lo que es un envase” o lo que es peor aun, por qué no puedo echar en el contenedor un “no envase” , cuando pone “sólo envases”. La contestación a ello es obvia y no requiere explicación, pero el hecho en sí es que esas expresiones generan dudas en una parte de la población que al final puede desmotivarse a la hora de ejercer su deber cívico de participar en el sistema de reciclaje del “contenedor amarillo”.

8º. Educación vs formación. El debate es obvio y actúa una variable que es el tiempo. Mientras que la educación se refiere al largo plazo y se identifica con una etapa de la vida de las personas, aunque sea continúa; la formación es a corto plazo. Además, ambas patas tienen un denominador común que entronca con la ideología que subyace en el entorno. A nadie se le oculta, en el caso de la formación, que existe un ideario tácito en cada caso y que en actividades formativas puede aparecer a modo de barniz, cuestión que es lícita y que se enmarca en el principio de libertad de cátedra. De ahí a decir que una actividad formativa es totalmente independiente es una falacia, cuanto menos, una utopía. La formación deja marca, por ejemplo, se puso el caso de los casi 90 técnicos formados en el máster en Gestión Sostenible de los Residuos, que es un programa propio de postgrado de la UPM. Estos técnicos en su mayoría están trabajando en el sector residuos y servicios relacionados y no cabe duda que, además de una formación técnica común, tienen un ideario semejante, por la universidad que lo imparte, por su profesorado diverso, por la personalidad de sus propios compañeros

9º. Motores del cambio. Los motores del cambio pasan por la educación, formación y participación. La pregunta que se plantea es ¿qué cambio?, porque muchos abogan por un cambio hacia recuperar la naturaleza, o un cambio en la forma de vida, o un cambio de todo o de nada. Lo que es evidente es que no podemos devolver al planeta a su estado de hace tan sólo 100 años, ni mucho menos 1000 e imposible 10000 años. Hay que ser realista. El cambio de sociedad, más eficiente desde el punto de vista natural, baja en carbono, y todas esas cosas que se dicen, es muy difícil por cuanto el problema es que hay que alimentar a una población creciente que nada tiene que ver con la de hace 120 años. ¿cuál es el límite del soporte vital para la población creciente en el planeta?. Se deja esa pregunta para que cada cual reflexione a partir de ahí.

10. Cómo llega la información al público. Actualmente se emplean las nuevas tecnologías como complemento a la información tradicional de los medios. Se hace más personalizada. Por ejemplo, hace tan sólo 10 años, en una conversación informal nadie hablaba del CO2, ahora, incluso se reciben alarmas telefónicas sobre los niveles de un contaminante en un barrio a una hora determinada, lo cual supone, a su vez, otro argumento más para debatir entre amigos o conocidos. Se han cambiado las pautas de comportamiento social y ello obliga a que la comunicación de la información ambiental se adapte a los tiempos. Por poner unos ejemplos: hace unas décadas, los documentales de los leones del Serengheti eran espectaculares; hoy en día son anodinos y aburridos. Se preguntó sobre quién había visto o conocía la serie del Bosque Protector que se emite en La 2. Sólo dos personas de cuarenta lo conocían y es que sigue el esquema anodino de los documentales de hace años. El triunfo a priori de los documentales estriba no tanto en el contenido, sino en el personaje: Felix Rodriguez de la Fuente es un claro ejemplo de personalidad arrolladora; Miguel de la Cuadra Salcedo también, por poner unos ejemplos en España y no digamos ya programas que rozan lo inusual como Frank de la Jungla, en el que impera el personaje por encima de la naturaleza, siempre con imágenes que buscan el morbo o el lado extremo de la naturaleza, que nada tiene que ver con los anteriormente citados. Repito, en estas líneas no valoro los contenidos, sino a los personajes y eso es lo que al final, el público en general, demanda. Se discute, por tanto, entre calidad y cantidad y aquí entra en juego la educación de la población. Hay que cambiar el estilo, hay que buscar al comunicador, pero lo importante sigue siendo el equipo que está detrás. Al final, la educación es el reflejo de la sociedad y lo que marca la demanda, nuestra labor es intentar cambiar eso.


D. José Vicente López
Director del Curso de Verano de la UPM "Ciudadanía, educación y comunicación ambiental”