Los productos y envases que usamos cada día dejan una huella en el medio ambiente. Pero no sólo ellos. Nosotros, como consumidores, producimos un impacto incluso mayor. Una mesa redonda, dentro de las Jornadas de Medio Ambiente de Madridiario, analiza las fórmulas que deben seguir las empresas y los ciudadanos para reducir ese impacto.
El reciclaje es uno de los cambios de mentalidad más importantes que ha sufrido la sociedad en los últimos años. Nos hemos acostumbrado a separar la basura en casa y ya no nos sorprendemos porque se haya multiplicado el número de contenedores en nuestras calles. Sin embargo, todos esos cambios son relativamente recientes y, lo que es más importante, esa mentalidad está en constante proceso de renovación para reducir cada vez más nuestra huella ambiental en el entorno.
Así lo constataron -durante una mesa redonda titulada 'El ecodiseño en la fabricación de productos reciclables'- el presidente de la Asociación de Recuperadores de Madrid (Arema), Antonio García Gleiser; la jefa del departamento de Prevención de Ecoembes, Esther Colino, y el director del Grupo de Investigación en Gestión Ambiental de la Escuela Superior de Comercio Internacional de la Universidad Pompeu Fabra, Pere Fullana.
Los dos primeros expusieron la labor que realizan sus asociaciones para avanzar, respectivamente, en el reciclado eficiente del papel y cartón, y de los brick y latas. García Gleiser, en primer lugar, recordó el importante paso que ha dado Madrid en los últimos diez años a la hora de reciclar el papel. Su asociación -creada en el año 1995 y que en la actualidad integra a ocho empresas recuperadoras y a un fabricante de papel- ha pasado de reciclar 30.000 toneladas de papel en el año 1999 a las 92.000 del año pasado. "La siguiente ciudad que más recicla es Barcelona, pero apenas llega a 60.000 toneladas", subrayó García Gleiser.
Durante su intervención -enmarcada en las VIII Jornadas de Medio Ambiente organizadas por Madridiario-, García Gleiser explicó las dificultades que se encuentran a la hora de recuperar el papel que tiramos a los contenedores azules. En ocasiones, esas dificultades se derivan de un uso incorrecto de los contenedores -como echar vidrio o plásticos al contenedor azul-, pero en otras ocasiones esos problemas provienen de los propios materiales. "Las tintas de los papeles, las grapas o los laminados hacen que ese papel llegue contaminado", explicó el responsable de Arema. "No todos los papeles pueden ser destintados. Además en los últimos años ha proliferado la colocación de pegatinas, adhesivos que dificultan el proceso de reciclaje al producir manchas en los nuevos rollos de papel recuperado".
Dificultades parecidas se las encuentra Ecoembes a la hora de dar una segunda oportunidad a los brick y latas. La empresa, a la que están asociadas cerca de 12.000 empresas españolas reciclen, logró ahorrar más de 70.000 toneladas de envases en 2009. "Nosotros ayudamos a las empresas a identificar qué más pueden hacer para reducir su huella ambiental -aseguró Colino-. Es muy importante hacer ver que un envase mal diseñado genera un impacto ambiental mucho mayor".
En otras palabras, intentar que la huella ecológica de un producto sea lo más leve posible desde su fabricación hasta que se convierte en residuo. "Pero para todo eso hay que superar barreras 'invisibles' -lamentó Colino-. Todavía se tiende a pensar que ese proceso es un problema, y esa es una visión que hay que superar".
En este sentido, la representante de Ecoembes recordó algunos de los factores a tener en cuenta para alcanzar mayor eficiencia en el proceso de reciclado. "Es importante que los elementos del envase sean facilmente separables -como el tapón de una botella-, pero también hay que tener en cuenta las dimensiones del envase, el color o, uno de los elementos más importantes, la composición de los materiales que lo forman -advirtió Colino-. Un fragmento de PVC en un envase de Pet, por ejemplo, impide completamente el reciclado".
Pero la huella de los materiales no es, ni mucho menos, la más importante. "Debatir sobre si es bueno o no retirar las bolsas de plástico de los supermercados es una pérdida de tiempo -sentenció un contundente y escéptico Pere Fullana-. Lo que hay que discutir es nuestro modelo basado en un consumo masivo".
Fullana, director del Grupo de Investigación sobre Gestión Ambiental de la Escuela Superior de Comercio Internacional de la Universidad Pompeu Fabra, instó al auditorio a cuestionar el concepto de reciclado desde su misma base. "Ahora reciclamos porque nos han dicho que hay que reciclar y que unos materiales son malos, pero no es verdad. No hay materiales malos, sino aplicaciones incorrectas, y no siempre es bueno reciclar. Los envases pueden ser contaminantes, pero hay que tener en cuenta que el impacto ambiental del producto que va dentro de ese envase es mucho mayor".
Fullana echó mano de un concepto que pugna por hacerse un hueco en nuestros días y que supone una pequeña revolución: la inteligencia ecológica. "Esta inteligencia ecológica es fundamental para la supervivencia de nuestra especie -prosiguió-. Las políticas ambientales no han funcionado para crear una sociedad sostenible. Cada día somos más y sociedades como la china o la india se van incorporando a nuestra forma de consumo masivo. En 2011, sin ir más lejos, pondremos en el mercado un 15 por ciento más de productos que se convertirán en residuos. Ello nos obliga a que esos productos sean un 15 por ciento más ecológicos para compensar".
Los dos primeros expusieron la labor que realizan sus asociaciones para avanzar, respectivamente, en el reciclado eficiente del papel y cartón, y de los brick y latas. García Gleiser, en primer lugar, recordó el importante paso que ha dado Madrid en los últimos diez años a la hora de reciclar el papel. Su asociación -creada en el año 1995 y que en la actualidad integra a ocho empresas recuperadoras y a un fabricante de papel- ha pasado de reciclar 30.000 toneladas de papel en el año 1999 a las 92.000 del año pasado. "La siguiente ciudad que más recicla es Barcelona, pero apenas llega a 60.000 toneladas", subrayó García Gleiser.
Durante su intervención -enmarcada en las VIII Jornadas de Medio Ambiente organizadas por Madridiario-, García Gleiser explicó las dificultades que se encuentran a la hora de recuperar el papel que tiramos a los contenedores azules. En ocasiones, esas dificultades se derivan de un uso incorrecto de los contenedores -como echar vidrio o plásticos al contenedor azul-, pero en otras ocasiones esos problemas provienen de los propios materiales. "Las tintas de los papeles, las grapas o los laminados hacen que ese papel llegue contaminado", explicó el responsable de Arema. "No todos los papeles pueden ser destintados. Además en los últimos años ha proliferado la colocación de pegatinas, adhesivos que dificultan el proceso de reciclaje al producir manchas en los nuevos rollos de papel recuperado".
Dificultades parecidas se las encuentra Ecoembes a la hora de dar una segunda oportunidad a los brick y latas. La empresa, a la que están asociadas cerca de 12.000 empresas españolas reciclen, logró ahorrar más de 70.000 toneladas de envases en 2009. "Nosotros ayudamos a las empresas a identificar qué más pueden hacer para reducir su huella ambiental -aseguró Colino-. Es muy importante hacer ver que un envase mal diseñado genera un impacto ambiental mucho mayor".
En otras palabras, intentar que la huella ecológica de un producto sea lo más leve posible desde su fabricación hasta que se convierte en residuo. "Pero para todo eso hay que superar barreras 'invisibles' -lamentó Colino-. Todavía se tiende a pensar que ese proceso es un problema, y esa es una visión que hay que superar".
En este sentido, la representante de Ecoembes recordó algunos de los factores a tener en cuenta para alcanzar mayor eficiencia en el proceso de reciclado. "Es importante que los elementos del envase sean facilmente separables -como el tapón de una botella-, pero también hay que tener en cuenta las dimensiones del envase, el color o, uno de los elementos más importantes, la composición de los materiales que lo forman -advirtió Colino-. Un fragmento de PVC en un envase de Pet, por ejemplo, impide completamente el reciclado".
Pero la huella de los materiales no es, ni mucho menos, la más importante. "Debatir sobre si es bueno o no retirar las bolsas de plástico de los supermercados es una pérdida de tiempo -sentenció un contundente y escéptico Pere Fullana-. Lo que hay que discutir es nuestro modelo basado en un consumo masivo".
Fullana, director del Grupo de Investigación sobre Gestión Ambiental de la Escuela Superior de Comercio Internacional de la Universidad Pompeu Fabra, instó al auditorio a cuestionar el concepto de reciclado desde su misma base. "Ahora reciclamos porque nos han dicho que hay que reciclar y que unos materiales son malos, pero no es verdad. No hay materiales malos, sino aplicaciones incorrectas, y no siempre es bueno reciclar. Los envases pueden ser contaminantes, pero hay que tener en cuenta que el impacto ambiental del producto que va dentro de ese envase es mucho mayor".
Fullana echó mano de un concepto que pugna por hacerse un hueco en nuestros días y que supone una pequeña revolución: la inteligencia ecológica. "Esta inteligencia ecológica es fundamental para la supervivencia de nuestra especie -prosiguió-. Las políticas ambientales no han funcionado para crear una sociedad sostenible. Cada día somos más y sociedades como la china o la india se van incorporando a nuestra forma de consumo masivo. En 2011, sin ir más lejos, pondremos en el mercado un 15 por ciento más de productos que se convertirán en residuos. Ello nos obliga a que esos productos sean un 15 por ciento más ecológicos para compensar".
25-11-2010 - David Canellada - Fotografías: Diego Sánchez
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