En las últimas semanas, leo noticias y artículos tanto nacionales como extranjeros, sobre hacia dónde va la gestión de los residuos urbanos, la situación de la recuperación de materiales de estos residuos, las formas de valorización menos impactantes para el medio ambiente y un largo etcétera de temas que no hacen más que demostrar lo confuso que está y ha estado la situación, máxime cuando cada país o sociedad aborda el tema de una manera distinta y, desde leugo, acorde con su cultura y costumbre, al menos así lo creo.
Si hace unos años se tenía claro lo que se debía hacer, lo que se hacía y lo que no se debería de hacer, ahora todo se ha complicado más, debido sin duda a los desarrollos tecnológicos y a plantear soluciones desde un punto de vista globalizado, ambientalmente hablando.
Este tema no es más que otra demostración de una pérdida del rumbo social por parte de los que tienen que dirigir el sistema, es decir, el cambiar por cambiar, sin estudiar previamente la optimización de lo que hay. La gestión de los residuos urbanos depende de una cantidad de variables elevada. Toda simplificación del modelo, ayuda, pero también puede influir en pervertir las posibles medidas a tomar. Todos alardeamos que cuando una ley da diversas opciones para resolver un hipotético problema (que en muchos casos no existe de forma efectiva, pero sí presuntamente para algunos y sus influencias), es un ejercicio de libertad, pues da alternativas y es la sociedad (hipotéticamente de nuevo) quien de forma natural opta por una, por otra o por una situación intermedia.
Hay dos grandes bloques de variables desde el punto de vista del productor del residuo (nosotros): las pasivas, que engloban al que fabrica el producto y al que le afecta el principio de prevención y las administaciones encargadas de la gestión del residuo que el ciudadano genera; y la activas o propias del ciudadano, que se traducen en la educación y en la voluntad de hacelo bien. En este punto nos podemos plantear la pregunta crucial como ciudadanos ¿ha fallado todo el sistema tanto como para tener que cambiarlo o incorporar e incidir sobre altenativas presumiblemente más eficaces? Sinceramente, antes de contestar, me gustaría hacer una reflexión.
Tenemos la manía de pensar que lo que se hace en otros paises es mejor que lo que ocurre aquí y movernos en la toma de decisiones a través de indicadores internacionalmente pactados o ratios en forma de objetivos. Esto no es criticable, quede claro, siempre y cuando se tenga en cuenta las costumbres y cultura de las naciones, que en todo caso son equiparables pero distintas y, a veces, mejores, que esos países denominados de referencia. En definitiva me estoy refiiriendo a un concepto más etéreo y difícil de medir como es el de la calidad de vida y no a otro, que nadie me malinterprete.
Lo que funciona en un determinado país de referencia, no tiene por qué funcionar en los demás. Si se plantean unos deteminados objetivos de recuperación y reciclaje, por ejemplo, y se van cumpliendo, déjese hasta que madure y luego, tal vez, se cambie a otro sistema que incluso, no tendría por qué ser el aparentemente alternativo que originó todo.
Si nos centramos en lo mencionado anteriormente, en la parte que corresponde a esas variables pasivas, cierto que se están haciendo avances importantes en la prevención (siempre que no se implique al consumidor en la forma de gestionar ese criterio), pero cierto es también que en la parte de gestión, por esa variabilidad que permite la ley, se han obtenido resultados muy dispares.
Frente al sistema de contenerización tradicional (vidrio, papel/cartón, envases, resto...), hay ayuntamientos que optan por un sistema de recogida neumática, otros, en cambio, por un sistema de contenedores soterrados o mixtos, otros pueden optar por un sistema de maquinitas tragaenvases, en fin, tómese las combinaciones que se quieran, de dos en dos, de tres en tres, ..., que no tendría mayor importancia si no se conociese lo que hay detrás de cada sistema, me refiero a nivel tecnológico en las fases de recogida y transporte de los materiales, separación, almacenamiento y reciclaje. Todo ello repercute, sin duda, en el consumidor. No cabe duda, que la administración debe facilitar las cosas para el cumplimiento normativo al administrado, pero lo que nunca debe hacer es crear confusión. Si a esto le unimos el nivel de educación o civismo junto con las ganas de hacer bien las cosas, sin duda no se necesitaría plantearse cambio alguno ni tomar como mocelo a implantar de forma inmediata el de otros países, económicamente más adelantados que nosostros y de dudosa eficacia en los resultados hipotéticos a obtener. Cuando España entró en la Comunidad Europea, Alemania llevaba más de 15 años con el sistema de recogida selectiva implantado, sin embargo, nuestro país, tenía unas de las tasas de recogida de papel y cartón de las más altas del mundo. Al trasponerse la directiva de residuos en su totalidad y reestructurar el sistema de selección, unos materiales fueron beneficados (envases ligeros) dado que no había antecedentes del sistema para ello y otros, como en el caso del appel y cartón, se vinieron abajo, hasta que con el tiempo se ha normalizado nuevamente el sistema y los niveles de recuperación, con no pocos esfuerzos, estudios e inversiones. y aplicación de indicadores de calidad del material recuperado. Realmente no se le puede echar la culpa de todo al actual sistema de recuperación por contenerización. Simplemente como ciudadanos, obervemos las pautas de comportamiento del personal en general. Observe simplemente como en un kiosko de helados, por ejemplo, unos niños o cualquier otra persona adquiren un producto, le quitan el envoltorio y lo tiran al suelo, estando la papelera al lado (es sólo un ejemplo, por supuesto no generalizable). Podemos observar, igualmente, cómo al contenedor de papel y cartón, se echan los papeles domésticos con las bolsas de plásticos que los contiene. Y si nos fijamos en los contenedores de envases, podemos observar cómo otras personas depositan todo tipo de artículos que nada tienen que ver con los envases (paraguas, macetas, cochecitos de bebé....) y, llegado al extremo, por cierto bastante normal, bolsas de basura de la fracción resto, porque el contenedor correspondiente se ha llenado.
Si en las escuelas se cuentan estas cosas, hay indicaciones suficientes en los contenedores, hay campañas de sensibilización en prensa escrita, radio y televisión..., enonces...¿por qué no se hacen bien las cosas?. Mi opinión, desde luego muy particular, es dar como explicación plausible que las personas depositan estos productos de forma no apropiada, porque o no lo saben o porque piensan que posteriormente el propio sistema los va a separar, sin caer en la cuenta que ello encarece todo el sistema de gestión, y que individualmente tiene poca importancia, sin pensar, que colectivamente estamos hablando de bastante peso de impropios. Por otro lado, si nos vamos al sistema del incentivo por depósito, en parte cubre un ámbito determindo de la recuperación. Uno tiene ya cierta edad y ha visto mucho mundo. He visto socidades donde niños y mayores van recogiendo las botellas de plástico de los turistas en sacos para luego venderlas a los recuperadores, imagen que queda grabada en la retina y que peude ocurrir con los sistemas incentivados. Ciertamente alguien puede señalar que en el caso de los contenedores de papel/cartón ocurre lo mismo. Contestarle que no es equiparable, por cuanto el depósito en contenedor responde a una masa en la que el ciudadano el único incentivo que tiene es el de su responsabilidad ambiental colectiva o cívica.,mientras que en el de la máquina tragaenvases, es un incentivo individual y, sinceramente, alejado en cierta manera de esa voluntariedad cívica hacia el medio ambiente.
Perdónemne pero no deseaba entrar en críticas o en las ventajas e inconvenientes de los distintos sistemas de gestión, sino llevar la reflexión al terreno social y no técnico.
Llevar a la sociedad hacia una sociedad de vertido cero es loable, a la vez utópico, pero puede acercarse a esa utopía mediante el reciclaje máximo, sin percer de vista, claro está, todo el ciclo de vida de cada procedimiento. Haciendo una abstracción sobre la situación económica de cada país, cada sociedad reacciona de una manera culturalmente distinta ante un mismo problema. Fijémosnos en países motores del progreso tales como Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos...., todos ellos reaccionan distintamente ante el problema de los residuos y ajsutan las tecnologías a sus pautas culturales y no al revés. En ese sentido ninguno es mejor que el otro y cada uno por si mismo tiene una eficacia determianda a su nivel ¿por qué nosotros no?. Por qué tenenmos que importar un sistema de gestión X, ¿por qué tenemos que importar un sistema de trabajo Y?, ¿por qué tenemos que importar unsistema de consumo Z a todos los niveles?. Evidentemente un ejemplo lo tenemos muy cercano: no se puede comparar la mejor universidad privada española con la mejor privada europea o norteamericana, ni tampoco la pública con las homólogas citadas, pero sin embargo, los arquitectos, ingenieros, médicos... formados en nuestras unversidades están al mismo o a nivel por encima de los egresados en esas universidades, y demandados y valorados por esos paises. Tal vez la diferencia estribe en la concepción del trabajo en equipo y el liderazgo que en nuestro territorio se cultiva poco evidentemente, pero no es dicutible cuando hablamos a nivel técnico. Es cuestión de mentalidad y como ha señalado alguien, si la esperanza de vida en España es de las mayores del mundo, por qué cambiar nuestra forma de vida, no sería mejor que otras la cambiasen y a partir de ahí, hablar.
Para acabar la reflexión, con ello no quiero indicar una negativa a cumplir unos retos ambientales o económicos en todos los niveles. Nuestos compromisos en Europa han de cumplirse, pero de forma adpatada a nuestra cultura y forma de pensar. Hacer más incidencia en la
particiapción ciudadana en la recuperación de materiales como efecto colectivo y no individual, con una apuesta política importante y comprometida para el cambio de mentalidad de la población, de los más jóvenes, y de los adultos para que demos ejemplo de civismo y no nos perdamos en discusiones ambientalistas áridas de las que poco beneficio colectivo vamos a sacar. Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá y sin duda, será lo mejor para todos. Si observamos que una persona echa en el contenedor de papel una bolsa de plástico, no hay que recriminárselo (socialmente tendemos a ello, por desgracia, para censurar su comportamiento y manifestar cierta superioridad cívica nuestra frente a esa pesona, Eso es un error), sino que hay que gastar un poco de nuestro tiempo y con suma educación, delicadeza y paciencia indicarle cómo hay que hacerlo y sobre todo, el por qué. Si este comportamiento lo generalizamos de manera comprometida, no seremos ni uno, ni dos, ni n, sino todos los que trabajamos por y para el medio ambiente en nuestras distitnas esferas, y compromisos, aquellas personas acabarán reconduciendo su conducta, dado que mirar para otro lado o recriminar esas actitudes, a veces sin conocimiento de lo que hace, siempre será negativo y conduce a plantar un cambio de sistema con la incertidumbre que ello plantea, dada las experiencias en paises culturalmente y socialmente diferentes.
GIA-UPM