Cuatro centros tecnológicos, entre ellos Cartif, han participado en el
proyecto Proquipol para convertir estos residuos en recursos de calidad
En la actualidad, los residuos
plásticos urbanos se trasladan a una planta de tratamiento donde,
aproximadamente, la mitad se recupera para un nuevo uso. De esta fracción que
se reutiliza, una parte es tratada mediante reciclado mecánico y la otra se
valoriza energéticamente (por ejemplo, a través de la incineración con
recuperación de energía). Respecto al reciclado mecánico, consiste en lavar,
triturar y fundir estos plásticos para volver a generar material, lo que
conlleva una serie de problemas.
Uno de ellos es la necesidad de que la corriente de plástico
sea bastante pura, es decir, que no esté contaminada con otras fracciones de
plásticos u otros materiales. Otro, es que el ciclo de aprovechamiento del
plástico no posibilita que el reciclado mecánico se pueda llevar a cabo
indefinidamente, ya que el nuevo producto que se obtiene pierde propiedades.
La principal alternativa al reciclado mecánico es el reciclado químico, un
proceso más complejo y costoso pero que permite obtener un plástico
prácticamente puro. A través de distintos procesos químicos, es posible romper
las cadenas del polímero para volver al monómero inicial o a otras sustancias
que pueden aprovecharse para producir nuevo plástico.
En esta línea de investigación trabaja desde hace varios años la División de
Medio Ambiente del centro tecnológico Cartif de Valladolid, que acaba de
concluir un proyecto nacional centrado en el desarrollo, optimización y
adaptación de tecnologías de reciclado químico para la conversión de estos
residuos en recursos. Bajo el título de Proquipol, en este proyecto del
Ministerio de Ciencia e Innovación cofinanciado con fondos Feder, han
trabajado, además de Cartif, otros tres centros tecnológicos: Gaiker (País
Vasco), Itene (Comunidad Valenciana) y Circe (Aragón).
Dos tipos de tratamiento
Como detalla la investigadora de Cartif Lidia Martínez, se han estudiado dos
líneas de tratamiento. Por un lado, la solvólisis, que consiste “en atacar al
polímero con un disolvente para romper las cadenas poliméricas”; y por otra,
los tratamientos térmicos, basados “en la aplicación de calor para deshacer
estas cadenas”.
En cuanto a los residuos que se han empleado en la investigación, están los
PET, presentes en muchos de los envases de alimentos que utilizamos día a día,
como las botellas de agua; las espumas de poliuretano, conocidas coloquialmente
como gomaespuma; el polietileno, con el que se hacen las bolsas de
supermercado, o los RAE, siglas de residuos de aparatos electrónicos.
Tras someter estos residuos plásticos a los distintos
tratamientos químicos y comparar los resultados obtenidos con polímero virgen,
los investigadores han constatado que “los rendimientos del proceso rondan el
80 por ciento en casi todos los casos y las purezas, que se determinan mediante
la técnica de calorimetría diferencial de barrido, son todas muy altas,
cercanas al 95 por ciento”. En cuanto a la viabilidad de una planta de
reciclado químico de plástico, el equipo científico ha comprobado que, a partir
de unas 8.000 toneladas al año, la planta de tratamiento empieza a ser
rentable.
Fuente: DiCYT.com (12/04/2012)