Jaquelina Estrada, María Noemí Gil, Daniela Romero, Romina Cerioli y Fabiana Henríquez asumieron el desafío y cada noche recorren las calles de la ciudad. Confiesan que les costó adaptarse al horario
Cuando las presentaron a sus compañeros, ellos pensaron que no volverían al día siguiente. Cuando regresaron, soltaron que no durarían una semana. Pero después de tres meses, los hombres tuvieron que aceptar que ellas podían ir a la par de ellos en la recolección de residuos.
Es más, ahora se esfuerzan por ser más prolijos en la tarea, al tiempo que la resistencia a tener féminas en un espacio tradicionalmente masculino se fue diluyendo y ahora preguntan qué les pasó si no las ven.
La idea de incorporar mujeres a la planta de recolectores fue de Olga Saravia, quien desde hace ocho años trabaja en la Dirección de Servicios Públicos de Capital, y se desempeñó en un primer momento como supervisora de los recorridos diurnos y vespertinos.
Tres años atrás, el director Gonzalo Frigerio le propuso que se abocara a reorganizar la recolección nocturna -la más compleja- y ella tuvo que buscar la manera de ponerse al frente de un área donde había sólo hombres.
“Vimos que una mujer podía y pensamos que nosotras también, por eso aceptamos”, plantea Fabiana Henríquez. Las damas empezaron como barredoras -a través de un plan social- y luego la comuna las contrató para que limpiaran la plaza Independencia (cuando se terminó la concesión con una empresa).
Fue de ese grupo, que Olga Saravia eligió a cinco y les ofreció que se sumaran al equipo de recolectores.
Uno de los aspectos a los que más les costó adaptarse, confiesan, fue el horario. Es que salen después de las 22 y de martes a jueves suelen terminar la tarea a las 2.30 de la mañana, pero los viernes, domingos y lunes, el trabajo se prolonga hasta pasadas las 4.
Y aunque se duerman a la madrugada, se tienen que levantar temprano para encargarse de sus hogares y de los chicos.
Daniela Romero cuenta que tiene tres hijos. Jaquelina Estrada considera que el horario es bueno, porque puede estar durante todo el día con sus cuatro hijas, de entre 5 y 18 años.
Pero el hecho de insertarse en un ámbito hasta entonces masculino -son las primeras mujeres recolectoras en el país- les resultó fácil.
Con humor y simpatía lograron vencer la desconfianza de sus compañeros y ahora compiten para ver quién limpia más rápido y mejor el costado que le toca. Y sostienen que los hombres las protegen, al punto de preguntar si les pasó algo cuando no las ven, y cuidan el vocabulario que usan frente a ellas.
Como recompensa, es común que los vecinos las saluden y las feliciten, y en más de una ocasión turistas las han detenido porque se sorprenden de encontrar mujeres en la tarea. Tomado de Los Andes. Departamentales. Ed. impresa 11 de junio de 2011.
Cuando las presentaron a sus compañeros, ellos pensaron que no volverían al día siguiente. Cuando regresaron, soltaron que no durarían una semana. Pero después de tres meses, los hombres tuvieron que aceptar que ellas podían ir a la par de ellos en la recolección de residuos.
Es más, ahora se esfuerzan por ser más prolijos en la tarea, al tiempo que la resistencia a tener féminas en un espacio tradicionalmente masculino se fue diluyendo y ahora preguntan qué les pasó si no las ven.
La idea de incorporar mujeres a la planta de recolectores fue de Olga Saravia, quien desde hace ocho años trabaja en la Dirección de Servicios Públicos de Capital, y se desempeñó en un primer momento como supervisora de los recorridos diurnos y vespertinos.
Tres años atrás, el director Gonzalo Frigerio le propuso que se abocara a reorganizar la recolección nocturna -la más compleja- y ella tuvo que buscar la manera de ponerse al frente de un área donde había sólo hombres.
“Vimos que una mujer podía y pensamos que nosotras también, por eso aceptamos”, plantea Fabiana Henríquez. Las damas empezaron como barredoras -a través de un plan social- y luego la comuna las contrató para que limpiaran la plaza Independencia (cuando se terminó la concesión con una empresa).
Fue de ese grupo, que Olga Saravia eligió a cinco y les ofreció que se sumaran al equipo de recolectores.
Uno de los aspectos a los que más les costó adaptarse, confiesan, fue el horario. Es que salen después de las 22 y de martes a jueves suelen terminar la tarea a las 2.30 de la mañana, pero los viernes, domingos y lunes, el trabajo se prolonga hasta pasadas las 4.
Y aunque se duerman a la madrugada, se tienen que levantar temprano para encargarse de sus hogares y de los chicos.
Daniela Romero cuenta que tiene tres hijos. Jaquelina Estrada considera que el horario es bueno, porque puede estar durante todo el día con sus cuatro hijas, de entre 5 y 18 años.
Pero el hecho de insertarse en un ámbito hasta entonces masculino -son las primeras mujeres recolectoras en el país- les resultó fácil.
Con humor y simpatía lograron vencer la desconfianza de sus compañeros y ahora compiten para ver quién limpia más rápido y mejor el costado que le toca. Y sostienen que los hombres las protegen, al punto de preguntar si les pasó algo cuando no las ven, y cuidan el vocabulario que usan frente a ellas.
Como recompensa, es común que los vecinos las saluden y las feliciten, y en más de una ocasión turistas las han detenido porque se sorprenden de encontrar mujeres en la tarea. Tomado de Los Andes. Departamentales. Ed. impresa 11 de junio de 2011.
GIA-UPM