Este país
escandinavo nos sorprende con su enorme eficiencia en la gestión de sus
residuos y las políticas que lleva a cabo. Ya desde los años 70 se implantaron
numerosas medidas a este respecto, empezando desde la creación de cubos
especiales para la separación de residuos, hasta la construcción de fábricas e
incineradoras para la producción de energía cuyo combustible fueran los
residuos.
Y es que se ha
ganado la fama por su 96% de residuos que son completamente reciclados o incinerados,
solo el porcentaje restante acaba en vertederos. La energía que se obtiene de
esta incineración, permite abastecer de electricidad a 250.000 familias (de 4,6
millones que hay en total) y a 810.000 hogares de calefacción urbana (un 20% de
país).
Además, los
procesos de revalorización energética de los residuos, han conseguido reducir
la emisión de gases de efecto invernadero de manera significativa, así como la
de contaminantes resultantes, sobretodo metales pesados, en un 90%.
Las implicaciones
medioambientales de este país no terminan. La conciencia ciudadana está muy
arraigada, en los hogares se separa de manera normal orgánicos, metales, pilas,
vidrios de color, vidrios transparentes, plástico duro, plástico blando, cartón
y Tetra Pak, papeles, periódicos y revistas. Y es que esta eficiencia no es
gratis, los ciudadanos no conocen la pereza si de reciclar se trata y el acto
se separar los residuos es una costumbre automática. Así podemos mencionar la
localidad de Borås, donde el aprovechamiento de los residuos asciende al 99%, y
sus 64.000 habitantes pagan un 50% menos en la factura de luz y un 20% en el
billete de transporte público.
El gobierno
presentó en 2011 una estrategia de tecnología medioambiental que se basa en
tres puntos: promover la exportación de tecnología sueca para el propio
desarrollo económico y el global, promover las empresas suecas de tecnología
“verde”, pioneras de investigación e innovación medioambiental, y facilitar la
comercialización de estas innovaciones. Para ello el gobierno ha destinado 400
millones SEK que son 45 millones de euros.
Y también podemos
mencionar las ciudades del futuro, como es el “Stockholm Royal Seaport” que
terminara de ser construido en 2025 y cuyas instalaciones estarán completamente
libres de combustibles fósiles y tendrán repercusiones favorables para la
conservación de la naturaleza. Así también es el Aeropuerto de Arlanda, los
complejos de viviendas Malmö, o las casas con calefacción humana en periodo de
investigación.
Esto, que nos parece utópico, acarrea un
paradójico problema para Suecia, y es que la capacidad de las incineradoras es
superior al material que reciben, es decir, no hay suficientes residuos para
responder a las necesidades energéticas del país. Este problema lo ha solucionado
mediante la importación de 800.000 toneladas anuales de residuos desde Noruega,
a quien le sale mejor pagar por la exportación de éstos, que por su gestión
dentro del país o por la implantación de políticas adecuadas. Y cuidado que
Italia, Rumanía y Bulgaria están en la lista de interesados.
Esto que es el
colmo de la eficiencia, “no solo me ocupo de mis residuos sino de los del
vecino”, es un negocio redondo para Suecia, recibe materia prima para la
producción de energía y dinero de Noruega por su exportación, además Suecia
vuelve a vender los metales pesados resultantes de la incineración del país proveniente.
Estas prácticas de
ecología industrial no solo se practican en este país, Holanda, Alemania y
Dinamarca también importan residuos desde Italia, Reino Unido, Irlanda y
Francia, ya que estos últimos no disponen de infraestructuras suficientes para
su tratamiento. Y en la isla de Mallorca, pasa algo parecido, ya que hace años
prepararon unas instalaciones para la incineración de residuos pensando en la
afluencia turística que tendría la isla y que por la crisis no cumplió con los
requerimientos de residuos.
A pesar de que los
principios medioambientales nos llevan a la producción de “residuo cero” y a la
reducción de nuestra generación de basura, probablemente en los próximos años
se extiendan las exportaciones de residuos como si fueran otra materia prima
más, permitiendo el desarrollo de toda una industria de tecnología para la
gestión de residuos.
Beatriz Nofuentes
Martínez y Flor González Baena.
Estudiantes del Grado en Ingeniería del Medio Natural (UPM)