El 25 de abril de 2015 un terremoto de magnitud 7,6 en la
escala de Richter provocó en Nepal el mayor desastre natural vivido en los
últimos 80 años. Con epicentro localizado en Barpak, distrito de Gorkha, a unos
76 km al noreste de Katmandú, el seísmo fue sentido en Paquistán, India y
Bangladesh. Más de 300 réplicas se sucedieron en los días y semanas
posteriores, dos de ellas de gran magnitud: 6,9 grados el 26 de abril y 6,8 el
12 de mayo. Cerca de 8 millones de personas se vieron afectadas, casi un tercio
de la población de Nepal, de los cuales 9.000 fueron víctimas mortales y 22.300
heridos. La destrucción dañó todo tipo de edificios, lugares históricos,
colegios, instalaciones deportivas, centros sanitarios, carreteras, puentes,
sistemas de suministro de agua, suelos de cultivo, bosques y centrales hidroeléctricas.
Ya desde antes del terremoto, Nepal contaba con serios
problemas medioambientales, desde la ausencia de servicios urbanos apropiados,
como el tratamiento de las aguas residuales o la gestión de los residuos, hasta
la erosión del suelo o la deforestación. El terremoto no hizo más que aumentar
y agravar los problemas de degradación ambiental en Nepal, dejando millones de
toneladas de residuos por tratar. Se calcula que se generaron aproximadamente
3,94 millones de toneladas de residuos, lo que equivaldría a la cantidad
generada en unos 11 años. A estos residuos hay que añadir aquellos generados en
los abarrotados campos de tiendas de campaña donde millones de habitantes se refugiaron
tras el terremoto.
La composición de los residuos tras el seísmo incluye no
solo hormigón, asfalto, ladrillos, tierra y piedras, sino también residuos
domésticos, metales, pinturas, medicinas, pesticidas, fertilizantes, productos
químicos de laboratorios, aparatos eléctricos y electrónicos…; se trata de residuos
muchos de ellos peligrosos que pueden llegar a contaminar el suelo y las aguas
sin un correcto tratamiento. Para evitar esta contaminación, que afectaría
finalmente a los ciudadanos, los residuos deben ser segregados para su
reciclado, reutilización o reconstrucción. Sin embargo, tratar los residuos en
una situación de emergencia en un país cuya gestión diaria de residuos es
deficiente, es un reto bastante complicado. Por ello los habitantes de muchas
ciudades no tuvieron otra opción que pagar importantes cantidades de dinero a
contratistas para la retirada de sus escombros y residuos, sin que estos fueran
segregados antes de ser depositados en el vertedero.
Otro reto que supone la gestión de residuos tras un
terremoto es disponer de un espacio apropiado para verter los mismos, así como
de los medios de transporte necesarios para ello. No hay que olvidar el importante
daño provocado a las vías de comunicación, lo que dificulta los accesos a
cualquier zona de vertido. También es necesario establecer depósitos adecuados
para los restos arqueológicos con la finalidad de que los monumentos históricos
puedan ser posteriormente reconstruidos.
Nepal ocupa el puesto 145 del mundo según el Informe sobre
Desarrollo Humano 2015 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), por lo que sus capacidades para lidiar con una catástrofe de tal magnitud
son muy limitadas, no solo por sus escasos recursos económicos, sino también
por la ausencia de leyes y regulaciones para la gestión de residuos ante
desastres naturales.
Durante los días y meses posteriores al terremoto fueron
muchas las ONGs que colaboraron en las zonas afectadas. Una de ellas, Pragya
Seeds Nepal (PGSN), de origen nepalí, participó en trabajos de rescate y
limpieza, distribuyendo tiendas de campaña y productos de primera necesidad en
diferentes zonas rurales de Nepal.
PGSN tiene como misión extender el concepto de vertido cero,
apoyando a la economía local y al medio ambiente mediante el acercamiento a la
sociedad (comunidades y autoridades locales) del grave problema que tiene el
país en cuanto a la gestión de sus residuos. Su proyecto piloto Let´s clean
Kathmandu and Make a Zero Waste City ha sido desarrollado con la finalidad de
promover cambios en la gestión de los residuos, mediante la sensibilización de
los recolectores de basura y los ciudadanos. Este proyecto también promueve el
uso del compost para mejorar la economía de los habitantes, por lo que PGSN
colabora proporcionando asesoramiento técnico en la construcción de plantas de
compostaje locales. Para conseguir todos estos avances en la gestión de
residuos, PGSN organiza eventos y workshops en distintos distritos,
organizaciones, ONGs, colegios y grupos locales.
Esther Giménez Ruiz
Cátedra Ecoembes de
Medio Ambiente UPM